Familiares de Liri Albag, rehén de Hamás, se manifiestan en Tel Aviv el 4 de enero de 2025, después de que el grupo terrorista difundiera un vídeo en el que se muestran señales de vida de Albag (Jack Guez / AFP)
Lo que se necesita, por decir algo obvio, es un acuerdo en virtud del cual los rehenes puedan ser liberados sin que Hamás aproveche su liberación para permitir su supervivencia.
POR: David Horovitz
Uno no puede ni empezar a imaginar los horrores por los que han pasado los 100 rehenes retenidos en Gaza, y sus familias, durante los 460 días de su cautiverio, pero especialmente cuando, como en los últimos días, las esperanzas de su liberación suben y bajan precipitadamente.
A mediados de diciembre, el nuevo ministro de Defensa, Israel Katz, dijo a los diputados que un acuerdo para garantizar la liberación de al menos algunos de ellos estaba «más cerca que nunca».
Diez días después, se informó que el primer ministro Benjamin Netanyahu había dicho a sus ayudantes que no podía haber acuerdo porque Hamás se negaba a entregar a Israel una lista con los nombres de los rehenes vivos.
Una lista de nombres publicada el 6 de enero de 2025 por el Saudi al-Sharq que supuestamente muestra a los 34 rehenes que podrían ser liberados en la primera fase de un acuerdo (Captura de pantalla)
El lunes, la agencia mundial de noticias Reuters (que el mes pasado había informado erróneamente que el primer ministro Benjamin Netanyahu estaba en realidad «de camino a El Cairo» y que «se esperaba un acuerdo de alto el fuego en los próximos días»), dijo que Hamás había «aprobado una lista de 34 rehenes» para ser intercambiados en un acuerdo de alto el fuego. En cuestión de horas, quedó claro que, en realidad, Hamás se había limitado a filtrar una lista parcial de nombres de rehenes que Israel había transmitido a los mediadores en julio.
Esa lista de julio incluía 40 nombres, cinco de los cuales han muerto desde entonces en Gaza y un sexto fue rescatado por las FDI. La «lista aprobada por Hamás» no proporcionaba ningún detalle sobre la situación de los 34, ni siquiera respondía a la pregunta de quién de ellos está vivo, una información básica sin la cual, como Hamás sabe perfectamente, no se puede llegar a ningún acuerdo.
No obstante, el martes, el nuevo enviado del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, a Oriente Medio, Steve Witkoff, anunció que estaba a punto de dirigirse a Qatar, donde se estaban celebrando los últimos contactos para llegar a un acuerdo, y declaró que creía que las partes estaban «a punto» de llegar a un acuerdo.
Es evidente que Hamás no ha sido completamente destruida en Gaza. En los últimos días se han sucedido los ataques con cohetes contra comunidades israelíes cercanas a la frontera, la mayoría de ellos lanzados desde las mismas zonas en las que las FDI han concentrado sus operaciones en el norte de Gaza.
Terriblemente, 44 soldados han sido asesinados en el extremo norte de la Franja desde que las FDI comenzaron su ofensiva en curso contra Hamás allí en octubre. Las FDI están jugando a un juego mortal del gato y el ratón contra lo que ahora es la guerrilla de Hamás, un grupo terrorista muy reducido que, sin embargo, es capaz de atraer, armar y pagar a nuevos reclutas.
En el sur del Líbano, tras golpear duramente a Hezbolá, pero lejos de destruirla totalmente, Israel se sintió capaz de aceptar con cautela un alto el fuego en el que se supone que el ejército libanés se desplegará a medida que se retiren las FDI, bajo un mecanismo de supervisión dirigido por Estados Unidos. No está nada claro si este acuerdo se desarrollará según lo previsto cuando el período inicial de 60 días llegue a su fin.
En Gaza, por supuesto, no hay ni siquiera un equivalente al poco fiable ejército libanés cuando se trata de llenar el vacío que dejaría una retirada de las FDI. Pero también en este caso parece crucial un mecanismo internacional dirigido por Estados Unidos.
Israel ha degradado radicalmente a Hamás, pero teme que se reconstituya si se le da un respiro. Hamás exige el fin de la guerra y la retirada total de las FDI como condición para liberar a todos los rehenes. El presidente entrante de Estados Unidos, Trump, exige la liberación de los rehenes antes de su toma de posesión el 20 de enero.
Lo que se necesita, por decir lo obvio, es un acuerdo en virtud del cual los rehenes puedan ser liberados sin que Hamás aproveche su liberación para permitir su supervivencia.
A diferencia de lo que ocurre en el Líbano, un mecanismo supervisado por Estados Unidos para Gaza requeriría fuerzas internacionales reales sobre el terreno, probablemente procedentes de estados árabes moderados, que garantizaran, entre otras cosas, que la ayuda llega a los civiles de Gaza y no a los grupos terroristas. En una versión menos restrictiva del marco del Líbano, se garantizaría a Israel plena libertad de acción para hacer frente al resurgimiento del terrorismo.
Tal vez sea eso lo que Israel, las administraciones saliente y entrante de Estados Unidos y otros posibles socios están preparando entre bastidores, es decir, un mecanismo que conecte y permita un acuerdo sobre los rehenes, la marginación permanente del terrorismo de Gaza y el comienzo de un «día después» posterior a Hamás en Gaza.