Después de 10 años, la comunidad del corregimiento de Bellavista, ubicado en Algarrobo, Magdalena, cerró su plan de reparación colectiva, uno que construyó para subsanar los daños ocasionados por el conflicto armado.

Las y los bellavisteros, en conjunto con la alcaldía municipal y la Unidad para las Víctimas, realizaron un acto simbólico en el que enumeraron las acciones y medidas cumplidas que posibilitan el goce efectivo de los derechos de las víctimas. Fueron más de 570 millones de pesos que se invirtieron para implementar 19 medidas de rehabilitación, garantías de no repetición, satisfacción y restitución.

Entre las acciones que más destaca la comunidad se encuentran la adecuación de un salón comunal, la adquisición de un predio colectivo para la siembra de pancoger, un centro de acopio y el cementerio, mejoramiento de la cancha de fútbol, la construcción de la plaza de mercado, dotación para el puesto de salud. También concertaron acciones psicosociales y de no repetición que contribuyeron a fortalecer la organización de la comunidad.
Para Neila Blanco, integrante del corregimiento de Bellavista, la reparación colectiva le permitió a la comunidad fortalecer sus habilidades. “Este proceso nos hizo mirar hacia atrás y ver las ruinas en las que quedó nuestro pueblo con todo lo que pasó y a partir de ahí comenzamos con el tejido social, con el comité de impulso hasta llegar a la mesa de víctimas, para seguir avanzando hasta el día de hoy”, dijo.
Lizbeth Bastidas Jacanamijoy, subdirectora de Reparación Colectiva, enfatizó que “a pesar de los daños que la comunidad sufrió durante el conflicto armado, fueron ustedes los que con su esfuerzo y responsabilidad permitieron que la Unidad para las Víctimas pudiera cumplir con este deber, el dar cumplimiento al derecho que tienen las comunidades víctimas de ser reparadas colectivamente”.

Con la culminación del plan de reparación colectiva, la comunidad pudo contarle al país que el conflicto armado impactó fuertemente su territorio, pero que la resistencia y resiliencia de sus habitantes reconstruyeron nuevamente el tejido social. Después de sufrir hechos victimizantes como desplazamiento, las familias que volvieron han reconectado con sus costumbres y cultura alimentaria.
“Esto no se hubiera logrado si el estado no hubiera encontrado un proceso organizativo con personas honestas, emprendedoras y muy transparentes como lo es el comité de impulso de Bellavita, quiero decirles que bellavista tiene continuidad con el proceso de retornos y reubicaciones; esto es solo el comienzo” expresó Audes Jiménez González, directora territorial de la Unidad para las Víctimas en el Magdalena, en el acto de cierre.
Los hechos que marcaron a los bellavisteros

La comunidad del corregimiento de Bellavista sufrió el impacto del conflicto armado desde 1986 con incursiones de grupos guerrilleros y paramilitares. Estas acciones continuaron hasta el año 2001, cuando en enfrentamientos entre estos dos grupos armados un cilindro bomba cayó sobre una de las viviendas. Este hecho ocasionó el desplazamiento forzado de 87 familias por temor a morir en el cruce de los combates.

Durante varios años fueron retornando a su territorio en donde encontraron los destrozos ocasionados por el conflicto: la destrucción y deterioro de la infraestructura comunitaria, el despojo de tierras, los daños psicoemocionales en los integrantes de la comunidad, la disminución de su capacidad productiva y de pancoger. Todo esto afectó la vida colectiva.

Al culminar el acto simbólico, Lizbeth Bastidas Jacanamijoy manifestó que “este proceso (que inició en el 2014 y que 10 años después estamos cerrando) no es un cierre, sino un nuevo comienzo para que las entidades nacionales y territoriales sigan aportando a esta comunidad, para que la reparación colectiva sea una reparación con dignidad”.

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